Recorre el cuerpo un escalofrío,
duro como el inerte acero,
que postra el alma con sentimiento afligido
cuando se cierne el partir sempiterno.
El pecho oprime, sobresale el latido,
se cierran las manos, suspira el alma
al ver en la calma alejarse el olivo
y menguar en la loma el calor de su cama.
Aprendió haciendo camino
lo que amargo enseñaban las cartas:
a dejar al hermano, a olvidar al amigo,
a ver secar el río en yermas estancas.
El amigo antaño, ahora hermano,
despide riendo lo que abraza afligido.
No mira su rostro, no estrecha la mano.
Se marcha de nuevo el hermano y amigo.
El pecho oprime, ladrón el olvido,
que arrebata la calma y enciende el pesar,
dejando vereda y el Sol escondido,
seca la rosa y marchito encinar.
No habrá cartas, no habrá despedidas,
no hay tiempo para los abrazos.
Llega el momento, abandona el regazo,
cierra las puertas sin luz encendida
que marque el sendero de su avenida
y encuentre por fin verdadero descanso.
El hombre del sur que bajó la luz by Francisco Lara Sánchez is licensed under a Creative Commons Attribution-NoDerivs 3.0 Unported License.
21 mayo 2013
15 mayo 2013
El final del viaje
Querré volver a empezarlo cuando llegue el final del viaje.
El principio del olvido, el recuerdo lento.
Un alto en el camino del camino muerto.
El inicio prolongado para el que no buscaremos traje.
Y yo que nunca quise quedarme, yo que me bebía el tiempo,
yo que cerraba bares y alternaba entre luces, yo que en las mañanas amanecía muerto.
Veo llegar el momento; tranquilo, sosegado. El que espera en el peaje
donde todos rendimos cuentas
de las copas y de las cenicientas de una noche, de dos y de treinta.
Un naufragio manso que no ha visto abordaje.
Y yo que no dejo semilla, yo que buscaba el momento
de salir de cuentas del mar de dudas. Yo quisiera empezar el viaje de nuevo.
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