que sepan que estuve esperando
hasta ver si alguna de mis notas ardía.
Que uno, cuando está solo, busca refugio en compañeras de oficio.
En el peor de los momentos
y siempre de pie, junto al precipicio.
Pero no estén tristes, que a mí las reuniones grises nunca me gustaron.
Que pondré tierra de por medio cuando vea la piedra del desamparo.
Quién quiere regatearle unos pocos años a esa, La Caperucita Mala,
para devolverle con creces lo poco que después nos dejaba.
Y cuando vuelva a mi casa cualquiera de estos días
tendré un siete de copas, un solo de violín,
un retablo, una cama vacía.
Que uno ya se repite de tanto ayer, de tanto hoy y de tanto vivido.
Cuando nadie nos escuche
brindaremos por todo lo perdido.
Pero no estén tristes, que a mí las reuniones grises nunca me gustaron.
Que pondré tierra de por medio cuando vea la piedra del desamparo.
Quién quiere regatearle unos pocos años a esa, La Caperucita Mala,
para devolverle con creces lo poco que después nos dejaba.
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