Que de tanto salir
que de tanto entrar.
De tanto así, así
de tanto ver y callar.
Qué tanto cuesta pedir
que ninguno consigue dar.
Cuando vienen todos a comer
y sólo se quedan a joder
para ponerte bien a parir
y la viga en el propio evitar.
Que de tanto no me sobro
que de poco no me quejo.
Que si vienen corriendo a casa
-sabiendo quién se pasa-
sabré si tengo que salir corriendo.
Que ya no quiero librar batallas
que los quebrantos siempre me llevo.
Y si me piden las cuentas claras
que se aclaren ¡Coño! primero.
Que uno se cansa de todo:
de las pomposas puestas de largo,
de las cortas de grandes pechos,
de las noches de regazo
y el buen vicio del adulterio.
De los unos y de los otros,
de los otros y de los "aquellos".
De todo se cansa uno
menos de decir "¡Niño! Ponme otro.
Que lo mismo, esta noche, no vuelvo.
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