Buenas noches, ciudad del insomnio.
Esta noche me redimo a mi mismo por primera vez en mucho tiempo. "Y aquí viene", pensaréis. "Otro texto hinchado y pomposo de lo mal que están las cosas y de lo cargantes y banales que te parecemos". Es cierto, pero me meteré en materia mucho después. Primeramente quisiera hacer hincapié en algo que me ha llamado la atención. Esta tarde estuve paseando por las calles de esta pervertida ciudad que, tristemente, nadie recordará cuando se marche a hacer lo que sea que tenga que hacer y donde Dios quiera que lo haga. Se hace triste volver tras mucho tiempo y darte cuenta de que la ciudad entera esta cambiando; las calles, los edificios, los parques y solo hay algo que me parece verdaderamente tan decepcionante como el paso del vinilo al formato CD: que todo el mundo siga igual aunque difiera en apariencia. Somos como esos hijos bastardos que siempre tienen algo sobre lo que quejarse incondicionalmente y que luego no agradecen lo mucho que hemos aprendido. Supongo que se debe a que tenemos bien aprendida esa lección innatamente común de no evolucionar tanto a nivel personal como social.
[Perdonad un segundo, pero he de hacer una pequeña parada para servirme otra taza de café.]
Retomando el hilo, tendría que agradecer a toda la gente con la que me he cruzado en mi vuelta por haberme ayudado a sentirme un completo extranjero en el que solía ser mi hogar. Todas son caras familiares que no terminan de recordarte a nadie porque has pasado demasiado tiempo alejado de los eventos sociales. Ahora la gente se viste como creen que quieren y se peinan como creen que quieren peinarse. -¡Aleluya!- Se oye por el fondo del pasillo. Bueno, si soy sincero (y es evidente que esperáis que lo sea. De otra forma no estaríais leyendo estas frases mal tiradas) tengo que decir que la gente ahora no se viste, se camufla. Porque ahora pueden imitarse unos a otros y nadie les va a mirar como si acabaran de venir del espacio exterior. Que nadie mire para otro lado, ¿Eh? No hace mucho que he visto como miraban a un chico con pitillos amarillos y una camiseta morada meses antes de verano y las cabezas se giraban y las miradas le seguían hasta perderle de vista. Pero ahora resulta que siempre nos ha encantado el pop-retro, retro-pop-glam, rock-indie-grunge or whatever the fuck his name is. Está por todas partes; todo lleno de prostitutas deseando agarrarse a una buena tendencia grande y dura y chupar y chupar hasta que la dejan tan seca que ni un jodido taxidermista podría usarla para hacer un puto llavero. Y que luego digan que el romanticismo ha muerto...
Este es mi consejo: salid a la puta calle en pelotas. A nadie le va a importar una mierda en tres meses porque seguro que se convierte en tendencia y todos bailan con el rabo colgando entre las piernas. Lo cual seguramente hará que todos jodan con todos y se acaben los problemas en el mundo. O por lo menos (y dios lo quiera así) en esta bendita ciudad tomada por unos fanáticos del fenómeno "Milli Vanilli". Por cierto, no os desagáis de los botines. Van a volver pronto, lo auguro.
A foiar, a foiar, que el mundo se va a acabar!
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