Ya lo decía Mafalda, sabia donde las haya, "Que paren el mundo, que yo me bajo".
Recuerdo cómo hace unos años venía hacia mí ese sonido que te recuerda a una canción ya escuchada pero que no consigues poner en contexto. Sentías algo extraño en el ambiente que los demás podían o no percibir de la misma forma y, parafraseando a un amigo, haciendo apología de esa "verdad indivisible" de la que alardeaban estar en posesión.
Cuando ya pude despejar esa bruma me encontré con el resultado de ese ir y venir de sitios y gentes, situaciones e historias y me di cuenta de que había algo en el mundo que hacía tiempo había dejado de funcionar. Algo no iba como debería. Había algo que estaba realmente mal.
Dos semanas más tarde cumplí dieciséis años
Cuando fue pasando el tiempo comencé a tener conversaciones no gente que debería ser más sabia que yo al tener mayor rango de edad, pero no supieron darme respuestas a las simples preguntas que les planteaba por entonces. Se dedicaban a la felación recíproca y reflexiva para con sus compañeros sobre esas ideas y esos motivos que ellos tienen y nadie entiende por no ser suficientemente inteligentes para acceder. Bueno, puede que así fuese.
Pronto me vi en posesión de algunos años más y las preguntas se habían convertido en cuestiones, es decir, la consecuencia de cuestionar. Ya no me preguntaba según qué cosas, sino que más bien me cuestionaba el por qué de todo eso que parecía chirriar como rastrillo oxidado por la carrocería de una camioneta. Ahora no preguntaba, ahora exigía respuestas!
¿Y sabes qué encontré? A esos sabios y sabias encanecidos y absortos en sus pensamientos. Ya no hablaban sobre nada ni trataban de solucionar o cuestionar ningún tema en absoluto. Tas tanto tiempo hinchando su ego a base del crédito de los ignorantes había llegado el punto en el que ya no admitían más y, como todo gran imperio, se desmoronaron.
Tiempo después y al ver que nadie se planteaba y todos pretendían llevar su propia vendetta personal contra todo me desentendí. Ya no quería ni sabios ni respuestas. Vi la verdadera naturaleza del hombre, vi la verdadera naturaleza del mundo en el que vivimos y que tratamos de cambiar como ese marido que maltrató una vez a su esposa.
Y cuando conseguí ver de verdad esa naturaleza ya nadie me quería mirar a la cara. Nadie quería verse reflejado ni conocer lo que realmente tenían dentro y sobre lo que habían edificado con elaboradas falacias y un ego prestado de alguna influencia pop-modernista.
Y habrá quien como yo en aquel entonces se pregunte qué funciona tan mal en este mundo. Me reservo el derecho de esa respuesta ya que cada uno debe conocer su propósito y encontrar la suya propia.
Pero si de verdad alguien ha encontrado un sótano en el que esconderse y donde tiene las pocas cosas que realmente importan al final del día, esa persona será la privilegiada. Pues esa será la respuesta a su pregunta.